No sé muy bien de dónde surge la obsesión de las mamás por la comida... igual es algo inherente a ser madre, como dejar de dormir como una marmota antes de serlo, para despertarse con el frufrú de las sábanas del peque que se ha movido un poquito, una vez que ya lo eres... nos pasamos el día diciendo que cada niño es un mundo, que todos son diferentes... pues eso también hay que aplicarlo a la comida, porque sí, por más que existan cantidades orientativas de diversa índole, cada niño come también de forma diferente.
Sin embargo, hay algo que hace a las madres iguales, que están siempre preocupadas por sus hijos, por diversas cuestiones, por si lo están haciendo bien, y muchas veces el centro de la preocupación es la hora de la comida...
Gracias a una madre preocupada porque su pequeño comía poco, y estoy hablando de "le puse un plato de macarrones y tres croquetas, pero no se lo acabó todo, aunque luego conseguí que se tomase el vaso hasta arriba de Pediasure..." (y este niño no tiene 5 años, sino 2) conseguí recordar que yo también pasé por esa época de inquietud: con un peque nacido antes de tiempo y bajo de peso, el primer año fue un infierno para conseguir que ganase los gramos necesarios... y luego, cuando ya todo iba bien, a mí se me quedó la obsesión por la comida, una tortura cada día porque no se acababa lo que le ponía en el plato; pero alguien me compró el libro que os propongo a continuación y mi vida cambió; y casualmente mi hijo comenzó a comer fenomenal! Así fue como conseguí, a base de reírme de mí misma, pero de reírme hasta llorar, con las situaciones y experiencias que recopila el libro, porque algo parecido había pasado en mi interior, en mi experiencia; Así, decidí intentar no obligar a mis hijos a comer... y ¡resultó!
Sin embargo, hay algo que hace a las madres iguales, que están siempre preocupadas por sus hijos, por diversas cuestiones, por si lo están haciendo bien, y muchas veces el centro de la preocupación es la hora de la comida...
Gracias a una madre preocupada porque su pequeño comía poco, y estoy hablando de "le puse un plato de macarrones y tres croquetas, pero no se lo acabó todo, aunque luego conseguí que se tomase el vaso hasta arriba de Pediasure..." (y este niño no tiene 5 años, sino 2) conseguí recordar que yo también pasé por esa época de inquietud: con un peque nacido antes de tiempo y bajo de peso, el primer año fue un infierno para conseguir que ganase los gramos necesarios... y luego, cuando ya todo iba bien, a mí se me quedó la obsesión por la comida, una tortura cada día porque no se acababa lo que le ponía en el plato; pero alguien me compró el libro que os propongo a continuación y mi vida cambió; y casualmente mi hijo comenzó a comer fenomenal! Así fue como conseguí, a base de reírme de mí misma, pero de reírme hasta llorar, con las situaciones y experiencias que recopila el libro, porque algo parecido había pasado en mi interior, en mi experiencia; Así, decidí intentar no obligar a mis hijos a comer... y ¡resultó!
"Su caso no es único
Tras explicar que su hijo no les come, muchas madres añaden algo así como: «Ya sé
que hay muchas madres pesadas que dicen que su hijo no come; pero es que el mío,
doctor, de verdad no come nada, tendría usted que verlo...».
Se equivocan doblemente. Se equivocan, en primer lugar, al pensar que su hijo es el
único que no come. Su hijo ni siquiera es el que menos come. Seguro, amable lectora,
que hay otro niño en España que come menos que el suyo. (¿Que cómo estoy tan
seguro? Es una simple cuestión de probabilidades. Hay en España, por definición, uno y
sólo un niño que es «el que menos come de todos». Es posible que su madre ni siquiera
compre este libro; y, en el peor de los casos, sólo tengo una posibilidad entre millones
de no acertar.)
Pero se equivocan, sobre todo, al pensar que otras madres son «pesadas». Ninguna lo es.
Realmente, esos niños comen poco (porque necesitan poco, como explicaremos más
adelante), y realmente, esas madres están profunda y legítimamente preocupadas.
Por qué nos duele tanto
Las madres se preocupan, lógicamente, por la salud de su hijo. Pero hay algo más, algo
que convierte la inapetencia en un problema mucho más angustioso que la tos o los
mocos. Por una parte, la madre tiende a creer (o le hacen creer) que ella tiene la culpa:
que no ha preparado adecuadamente la comida, que no ha sabido dársela, que no ha
educado bien a su hijo..." (Carlos González, Mi niño no me come, 2004)
Una gran entrada. Te la anoto como voluntaria.
ResponderEliminar